Aquí va la segunda parte del ansiado Epílogo. Alea jacta est.
Esperamos vuestras opiniones!!!!!!
En una encrucijada, frente al altar de Trivia y Viator, en un barrio de mala calaña…
Mientras Quinto Tulio salía de su placentero baño y su hermano se recuperaba de la terrorífica visión, terribles hechos eran comentados por dos hombres muy diferentes. A un lado del altar, un senador, con cierto parecido a un personaje romano de renombre hace unas décadas y por otro, con una antorcha en la siniestra y un odre en la diestra, estaba haciendo una libación con vino barato un fortachón de baja categoría social, con pinta de llevar más de un secreto bajo su túnica. Ambos estaban de espaldas a la calle principal, que bajaba hacia el Foro, quizá porque la situación requería discreción y secretismo. En este momento, hablaba el senador, mientras su mirada, se deslizaba periódicamente de un lado a otro del cruce y el tipo de la túnica, negaba incrédulo con la cabeza.
"De veras Ticio, puedes creerlo o no, ¡Pero por Júpiter Capitolino que así fue! ¡¡SATURNO ENCARNADO!! ¿Puedes creerlo? No me mires así, parece que los Metelos tuvieron mucho que ver -salvando al Magno que no conocía las intrigas de su esposa-. Podría contarte cientos de cosas prodigiosas, tantas que no habría augur capaz de interpretarlas, apariciones y visiones, intrigas mundanas y divinas atribuciones; esclavos, mujeres, hombres comunes y NOSOTROS padres de Roma, SOLOS para decidir el mejor camino para el solar de Rómulo.
Amigo Ticio aquella noche murió Casio, admirador de Mario, sí; algo necio, también; pero un valiente defensor de los derechos del Senado, un Ciudadano. Murió a manos de ese asno asilvestrado que llaman Marco de los Antonio, mano derecha de la `calva´ de las Galias -supongo que ya habrás oído lo de su extraño desvanecimiento, ¿no?-. Esa muerte hundió el acuerdo urdido entre Garbanzos y la casa de Venus... ¿Que acuerdo? Ya sabes cuan peligrosa es la boca de Quinto... Convenció a quien merecía Triunfo y consulado de que renunciara a ambas con la vana pretensión de optar a un consulado futuro con apoyo del Senado. ¿Ríes? Reirías más si supieras que, no contento con esa treta, buscaba disfrazar de Ares Victorioso a su hermano el inquilinus civis urbis Romae... por su conquista de ¿Pindenissus? Si, ya sé que tú tampoco sabes donde está. Entenderás Ticio que una cosa era sumarse al hurto del triunfo de César y otra muy distinta hubiera sido consentir que Marco Tulio se disfrazara de él.
De tan extraña velada, y sin haberme concedido los dioses mayor esclarecimiento, pude sacar en claro el compromiso de Cayo Julio de licenciar sus legiones -extremo que dudo se cumpla para vergüenza de su palabra-; la lejanía de mi suegro respecto a la pretensiones populares y de abandono de su mandato proconsular; y la tranquilidad de que mi nombre no fue mancillado con vacuas acusaciones.
Ah, olvidaba comentarte lo de nuestro amigo, y Cónsul a la sazón, Marcelo... Faltó poco para que el advenedizo sobrino de César lo pusiera en evidencia. Tuve que salir en su defensa -¡si hubieras podido verme!- cuando ya se había mancillado su nombre con difamaciones -muchas de ellas ajustadas a la verdad, pero del todo inconvenientes atendiendo al momento en que nos encontrábamos-. Creo que logré, al menos, confundirlos. En todo caso, amigo Ticio, esta noche tendrás que repartir bien a los hombres. Si las tropas de ese Príapo castrado están donde todos imaginamos será la hora de tomar partido. No dejaremos caer al Cónsul, e imagino que mi suegro estará con nosotros. El resto de optimates, bajo las faldas del "conquistador de Pindenissus" -en las murallas de Jerusalén le hubiera yo querido ver amigo Ticio- , intentarán ver cual es el caballo ganador. No podemos fiarnos. En todo caso dispongo de un capital que reservaba para mi futura carrera y que empeñaré en esta causa. Si Pompeyo, Marcelo y yo podemos neutralizar al Senado, o mejor todavía, ponerlo de nuestro lado, nada debemos temer de la "Reina de todos los romanos" y su XIII legión. Si no fuera así, si las ratas garbanceras persuadieran al Senado para indisponerlo con nuestras pretensiones, en ese caso amigo Ticio, deseo que hagas del recuerdo de la época de Clodio y Milón una etapa de paz. Tomaremos las calles para imponer el orden, no podemos defender Roma sentados en un nido de víboras..."
Oh, Ticio... creo que se acerca alguien, ¡¡Infórmame de cuanto pudiera interesarme y QUE NADIE TE VEA A MI ALREDEDOR!!
¡¡Hola amigo Catón!!...
-Fausto, estoy indignado!!!!La carta de Casio ha desaparecido de mi casa, junto al documento que firmó la noche de Saturnales. Alguien cercano a mí, ha debido de penetrar en mi sanctasactorum y de nuevo, igual que le pasó a mi amado tío con los pergaminos de Saturno, hemos sido traicionados, mancillados. ¿Qué haremos ahora?
-No te preocupes, buscaremos los medios…”
El otro hombre, echando un último trago de vino, se hizo uno con la noche y entró en uno de los lugares de reunión de los collegia de las encrucijadas, pero le hubiera gustado quedarse, para ver el discurso de Fausto con Catón.
En una rica domus, una mujer sonreía mientras quemaba unos documentos…Tras ello, pidió material de escritura y redactó unas cartas: Para Gaia, que sería su nueva pupila, para su amor y una nota para las adoradoras de Venus. Todo había salido según sus planes, exceptuando la testarudez de su amado hijo. Pero aún tenía tiempo…
Paralelamente, muchas cartas y mensajes se intercambiaron en Roma, desde que terminó la velada en Villa Atia…
“Villa Atia, Ravena, Séptimo día tras los idus de Diciembre, 704 AVC
Querido hijo, estoy orgullosa de ti. No sólo me supliste estupendamente durante mi ausencia como anfitriona, sino que además lograste por mí muchas de las cosas que tenía previstas para la gran fiesta: conseguir que te nombraran heredero de tu tío, entre otras. Si es por mí, ¡Calpurnia no va a tener un hijo jamás! y de cualquier otra, sea de la egipcia esa, sea de Servilia no se atreverá a nombrarlo heredero por temor a perder su dignitas, si lo conoceré yo... En cuanto a lo de deshonrar a Marcelo, ¡bien hecho, hijo! (perdona que subiera, pero tenía que hacer como que estaba en contra para que César te escuchara)... aunque esto último todavía tenemos que pulirlo, para cuando deje de ser cónsul, lo cual sucederá en breve. Aunque parezca mentira, creo yo que el estirado de Catón, buena persona al fin y al cabo, nos será de gran ayuda si conseguimos las suficientes pruebas en su contra. Eso sí, me cansa su verborrea. Si puedes, habla tú con él, por favor.
Respecto a tu idea de darle una escuela de gladiadores a Nemo, me parece bien. Realmente me da igual su destino, mi interés en él ya sabes que es puramente sexual, pero es cierto que deberíamos recompensarle, tanto por protegerte durante las Saturnales, como por que nos haya dado pruebas para que logremos divorciar a Octavia de ese memo desviado, así que por mi parte te ayudaré en todo lo que pueda.
Hablando de Octavia, ¿con quién crees tú que deberíamos hablar para que fuera su próximo marido? La verdad es que con toda esta crisis de las Saturnalia, no tuve tiempo en fijarme en posibles alianzas matrimoniales para ella. Una cosa detrás de la otra.
Cambiando de tema, me alegro de que haya acabado todo por fin, pero no debemos dormirnos en los laureles. Si esos cultistas han logrado llegar a una familia tan honorable como los Metelo, podrían estar en cualquier lado. Por si quisieran volver a intentarlo, os he dejado dos medallones de Júpiter a ti y a tu hermana en el templo de Júpiter. No hace falta que le expliques por qué los tengo yo, ya lo haré en su debido momento, pero no debe quitárselo en ningún momento. No me atrevo a volver a Roma hasta que tu tío por fin sea cónsul o quede todo definitivamente aclarado y esos optimates renuncien a encausarlo. Sé que estarás ocupado con las legiones, aprendiéndolo todo de Quinto Cicerón e incluso de Pompeyo. Aunque no sé por qué, me da que cuando se descubra que su esposa y su mayor valedor entre los optimates, su suegro, eran cultistas de Saturno, terminará yéndose a su adorada Hispania y olvidándose de Roma, ¡por fin!
Desde luego, como anfitriona esta fiesta ha resultado un desastre, pero claro, ¡cómo iba a saber yo que había semejante conjunción astral...! No te imaginas la de trabajo que han tenido los esclavos limpiando sangre, harina...
En fin, por muy desastre que fuera, logramos impedir que Saturno volviera y creo yo, hijo mío, que logres lo que logres en esta vida, es lo más importante que podemos haber hecho en esta vida.
Besos y abrazos, tu madre. Atia.
A lo que no tardó la respuesta…
“Madre amadísima,
Perdona en primer lugar mi tardanza en responderte, pero como sabes desde lo ocurrido en Ravena las tareas se me agolpan.
En segundo lugar te agradezco los cumplidos, pero no hice nada que no haya aprendido de ti, Madre. Cumplí con mis deberes de anfitrión de la mejor manera que pude, a pesar de que esos viejos chochos de los Optimates hicieron lo posible por desacreditarme en más de una ocasión.
Como bien dices el tema del tío Julio está solucionado. Estuvo encantado de firmar un documento declarándome su heredero tras salvar su dignitas con el asunto del águila y el de su enfermedad. Este último asunto nos favorece además, ya que podremos usarlo en el futuro si resulta necesario.
En cuanto al tema de Marcelo es ahí donde más dudas tengo y el motivo de mi desaparición en estos últimos días. Aunque la acusación formal no se presentará hasta que pase su mandato el mes que viene, he empezado a agitar el avispero. He desembolsado una pequeña fortuna en oro para pagar a varios oradores y a diversas figuras públicas de Roma, con el fin de que difundan lo que descubrimos gracias al gladiador. No creo que pase mucho tiempo antes de que el pueblo pida su cabeza y se vea obligado a renunciar al Imperium.
Respecto a Pompeyo creo que tienes razón, y debemos atacarle utilizando las relaciones de su esposa, haciendo hincapié en que solo un estúpido o un viejo senil puede haber sido engañado de esa forma por su propia esposa... creo que mi bolsa mermará aún un poco más antes de que esto termine, pero la causa bien lo vale.
Cambiando de asuntos debo decirte que aún no he comenzado las clases con Quinto, ya que como te comentaba he estado ocupado afianzando lo conseguido con los últimos acontecimientos. Le escribiré hoy mismo para subsanarlo, ya que aunque sus ideales sobre Roma distan de ser los míos, podré aprender mucho de él.
Y por otro lado mi entrenamiento militar deberá posponerse un tiempo, ya que antes debo terminar mis estudios y he recibido una invitación para visitar Egipto de la mismísima reina Cleopatra. Creo que es una oportunidad que no puedo despreciar. Creo que a la larga será más provechoso. En cualquier caso, creo que cuando lo comience resultará sencillo, sobretodo si mi deseo de servir en la Decimotercera legión se ve satisfecho. El centurión Tito Pullo aún está en deuda conmigo como sabes. Le ofreceré a Quinto que me acompañe a Egipto, para tener a algún romano cerca y quizá, pueda terminar así unos asuntos con Cleopatra, pues fueron los primeros que me solicitaron un despacho para entrevistarse.
Ahora me despido de ti, querida madre. Prometo mantenerte informada y encargarme del asunto de los medallones: no pienso facilitarles a esos cultistas el que vengan a por mí.
Abrazos,
Octavio”.
La pluma ya estaba caliente, y el joven Octavio se puso a la primera tarea que le había comentado a su madre, ponerse en contacto con su nuevo tutor:
“Estimado Quinto Tulio Cicerón,
Quería enviarte esta nota para agradecerte los consejos que tan amablemente me diste en la reciente reunión en la villa de mi madre en Rávena.
Quería que supieras que lamento haber tenido que dejaros de lado con el asunto de Cayo Marcelo, pero espero que comprendas que no podía permitir que mi dignitas se viera comprometida por los actos deshonestos de este individuo hacia Roma y hacia mi familia, en la figura de mi hermana.
Y espero que sepas disculparme si en algún momento mis palabras no fueron las adecuadas. Como bien dijiste, aún tengo mucho que aprender, y no se me ocurre mejor ejemplo que tú de como llegar a ser un hombre valioso para Roma.
Espero que tu ofrecimiento para ser mi tutor siga siendo válido, ya que lo consideraría un gran honor. Incluso he pensado en que podrías acompañarme a mi futuro viaje de estudios a Egipto, con lo que podrías terminar los asuntos que comenzaron en Villa Atia con la reina egipcia. Pero ya lo hablaremos en persona.
Con todo mi aprecio,
Cayo Octavio Turino”.
-Ya sabes, esta directa a mi madre, la otra a la domus de Quinto Cicerón, no te equivoques de hermano, que eres un desastre a veces, y lleva de una forma muy discreta esta nota al Gladiador Nemo, que aún reside en casa de Marcelo, nadie en la domus debe de enterarse de ello, a riesgo de tu vida…y de la de ese pequeñajo, al que acabas de dar tu nombre: “Nemo, Te envío esta nota para hacerte saber que pienso mantener nuestro trato, por lo que debes resistir durante el interrogatorio y ser fiel a lo que me contaste.
Al final del camino te espera tu premio, ya me estoy encargando de ello. Confía en mí.
O.”
Mientras, en Britannia …
Me faltan palabras para describir todo lo ocurrido esta noche, he pasado años obsesionada en hallar el modo de vuelta ha casa, he rezado todas las noches para sentirte a mi lado querida abuela. He rezado a todos los Dioses posibles para que me perdonarais, que perdonarais mi atrevimiento en desobedeceros aquella fatídica noche. Bien es cierto que en ningún momento creí que los advenimientos que iban a ocurrir fueran tan … Lo siento abuela no puedo expresar todo esto, sería injusto intentar engañarte diciéndote que en todo momento luché por volver a casa, pues una parte de mi deseaba quedarse en esta nueva vida, una parte de mi descubrió el significado de la palabra amor . Sí abuela, encontré un amor como el de los cuentos de Dierde que tanto gustaban a mi madre. ¿Los recuerdas, querida abuela? Pero no puedo sentirme feliz por ello, debido a las faltas que he causado.
Nada más despertar en este nuevo mundo, supe que no ibas a estar más a mi lado e intenté sentirte, oh! Abuela, te añoré no sabes como, pero nunca estuve sola. Tuve a Monty, ahora llamado Gordiano, siempre a mi lado, y encontré a un hombre bondadoso que desde un principio nos trató a Gordiano y a mí, Gaia, (elegí este nombre por su significado, abuela, Gaia es Tierra en griego, y era una forma de no olvidar mis raíces, aunque ahora mis raíces están lejos de mi alcance…) como a sus propios hijos. Un hombre que tanto tú como mis padres hubierais apreciado. Fue tal el amor y afecto que nos dio que con el transcurso de los años acabamos llamándole padre, y sé que mi padre se hubiera sentido muy orgulloso de esta comparación. Pero abuela, los acontecimientos de esta noche han sido terribles.
Llegamos a Villa Atia, intentando calmar la tensión que se avecinaba, pues ya sabemos que una guerra está a punto de ocurrir, sé que nos tendríamos que haber mantenido al margen pero recuerdo perfectamente una de nuestras máximas como druida: Sirve a Dios. Abstente del mal. Sé valiente y eso intento abuela, eso intento.
Lo que pasó aquella noche, es tan terrible que está difuso en mi mente, pero una escena me quedó impregnada y aún la siento como si estuviera pasando ahora mismo. Monty tomó mi mano y por fin, tras largos años de compañerismo y amistad, logró olvidar a su antiguo amor y decirme que me amaba, como yo le amaba a él. Nada ni nadie nos podrá separar. Ni humanos ni dioses, sean griegos, celtas o semíticos. Saturno está de nuevo en el Tártaro y el orden celestial se ha recuperado, lo que favorecerá que los pobres humanos, retomemos con calma los tiempos que vendrán.
Y ahora abuela, aun sigo temblando por todo lo ocurrido. No puedo evitar seguir pensando que el desastre a punto de ocurrir fue culpa nuestra, no puedo dejar de pensar que si no fuera por la Sibila y su gran corazón y comprensión, Saturno hubiera llegado a destruir este mundo, esta brecha que quizá la abrimos nosotros. ¿Qué hubiera sido de todos los humanos que habían y faltaban por llegar?
Sé que no voy a volver jamás a casa, sé que siempre me faltarás, añoraré cada instante tus consejos en mis futuras encrucijadas, pero quien sabe? Quizás ese era mi sino? Tendré que lidiar con mis demonios con la única ayuda de mi propia y falible consciencia, pero todo este conocimiento sacro nuestro no lo deis por perdido. Velaré por los nuestros en medida de lo posible. Quisiera que padre negociara con Nemo, (sí abuela, conocí a uno de mi propia estirpe y le rehuí durante toda la noche debido a las sospechas de mi amado) temía que quisiera venganza cuando supiera quien soy. Sólo espero que padre le contrate para formar la escuela que desea. Me arrepiento de no haberle ayudado cuando más lo necesitaba, pero, ahora, intentaré por todos los medios que mi padre le ayude a conseguir una mejor vida de la que ahora tiene. Quizás algún día me atreva a contarle mis orígenes y sólo tal vez podamos rezar juntos.
Ahora sé que mi destino está aquí, ahora pertenezco a este mundo, aunque ni tú ni la tribu estéis conmigo. Aunque penséis que os he abandonado, no es cierto, mi vida está aquí tengo familia nueva. He conseguido tener grandes amigos, cómo Kassandra que desde un principio confió en mi y fue un gran apoyo. Espero que el Augur le conceda pronto su libertad (si no fuera el caso, intentaría convencer a Ático, que pudiera llegar a un acuerdo con su Augur), pues quisiera unirme a ella y aprender sus conocimientos, (cómo ella me propuso) y, por supuesto, enseñarles los míos, ya que demostró en momentos de gran terror ser una mujer fuerte y valiente. Aunque no recemos a los mismo Dioses tenemos las mismas máximas oh! abuela, si hubieras conocido a Kassandra, me entenderías. También hubieras querido que la iniciáramos en nuestras nobles costumbres, pero antes de ello he de arreglar otros deberes: he de hablar con Monty y planear que le vamos a decir a padre. Es un buen hombre, y no quisiéramos dañarle, pero no podemos decirle de dónde venimos. Sólo que entienda que cuando nos encontró estábamos perdidos, y que realmente el afecto que sentíamos era de hermanos. Tenemos pensado hacer un viaje a Grecia y poder demostrar públicamente que no somos hermanos, quizá le digamos que hemos encontrado un documento en que se demuestre que yo era una bastarda de la familia, quien sabe, el tiempo dirá.
Quiero contarte también abuela que aquí he encontrado grandes amigas. A pesar de mis temores iniciales han sabido tener paciencia conmigo. Servilia (una de las amigas de padre) me propuso unirme al culto de Venus, oh abuela! Que sorpresa al ver que estas mujeres aunque públicamente no lo demuestren tienen una gran valentía y poder. Juntas podemos participar en la política y cambiar la sociedad, aunque sea de manera oculta. Debiste haber visto cuando hicimos las votaciones en grupo, en la Villa Atia, cómo los hombres nos miraban sorprendidos. Creo que es un inicio para la liberación de la mujer, que se podría producir mucho más pronto de cómo yo, y tú, lo habíamos vivido.
Hay tantas cosas que deseo hacer en esta nueva vida abuela, quizá ya he cambiado el futuro, y quizás debería usar este conocimiento en evitar todo el mal que se acerca. Vienen tiempos oscuros en la historia de los hombres. Desearía volver alguna vez a Egipto, poder comparar los conocimientos de madre con sus técnicas médicas, y por qué no, ayudar con los avances (Gordiano podría, si quisiera). También podríamos ayudar con sus conocimientos en los avances marinos, aunque aún no podemos decir que la Tierra es redonda. Desearía volver a pasear por la biblioteca de Alejandría (sí abuela, estuve allí) y ayudar a padre a construir la suya, cómo tiene pensado.
Volver a Galia… sí abuela algún día volveré allí, y rezaré para que tu espíritu descanse en paz… y al final de mi vida enterrar estas memorias para que (¿Quién sabe? , quizás con la ayuda de los Dioses ) pueda llegar a manos de uno de los nuestros.
Te añoraré siempre abuela, pero haré que mi nueva vida aquí sea motivo de orgullo para todo los nuestros. He renunciado a tu voz, a tu guía. Pero espero que entiendas que no ha sido fruto de la maldad, o como traición a mi tribu. Siempre añoraré tu voz y sé que mi felicidad nunca será completa, ya que no estarás ya más conmigo. Pero aquí, junto a mi padre y junto a Gordiano, por fin siento que pertenezco a un lugar: junto a ellos.
Te dejo esta carta bajo la piedra de Stonehenge que lleva grabado el símbolo de nuestra familia, aquel betilo al que me llevaste cuando yo tenía 3 años, con la esperanza de poder legarte también las memorias de mi vida, que espero te llenen de orgullo y que logren hacerte comprender el porqué de mi decisión. Dejaré otra copia bajo el Ónfalos de Apolo en Delfos, en un lugar al que los arqueólogos no puedan acceder fácilmente.
Hasta que nos volvamos a encontrar…
Gaia Pomponia Lépida (antes Brigitte de Dón Dé Danann)
Roma, invierno del 50 a. C.
Roma, decadente y triunfadora a la vez bullía más que un día de mercado nundinae. Algo que parecía imposible, pero cierto. Algunos soldados de la XIII estaban acampados en el Campo de Marte, comandados por el recién ascendido a prefecto de la cohorte Lucio Voreno, que giraba nervioso entre sus dedos un medallón de Marte, mientras invocaba a sus dioses preferidos, para que todo saliera bien. Echaba de menos a Pullo, que había obtenido el permiso para acompañar a su general César, que acababa de renunciar a su Imperium y que estaba en alerta, pues había habido mucho movimiento en las bandas urbanas y nadie quería otro Milón.
La comitiva fúnebre, estaba encabezada por Catón, la gens Cassia, Servilia y su apenada hija, ahora viuda y amigos íntimos como el joven Bruto.
Bruto: …Recordando los días pasados en la placentera Villa Atia vienen a mi memoria dulces momentos en compañía de mis mejores amigos y consejeros, pero sin duda también llegan oscuros pensamientos sobre lo que pudo pasar allí pero fuimos capaces de parar a tiempo…
Las discusiones políticas, el ímpetu de Catón, la convicción de Casio…
Sin duda Fortuna quiso que, ya a la entrada de villa Atia, mis ojos vieran un extraño suceso: el esclavo que acompañaba a Metelo delante de mi dejó caer algunos documentos que sin duda portaban el sello de mi venerado tío Catón. Mis sospechas se vieron incrementadas cuando el propio Metelo mintió sobre estos documentos diciéndome que eran unos documentos de su familia, pero obviamente aquellos documentos vetustos no eran tal cosa.
En mi mente no dejaba de dar vueltas como podía recuperar aquellos documentos, que habían sido sustraídos de mi tío (en aquel momento sin saber todavía que eran portadores de malos augurios), así que empecé a urdir mis tramas para conseguirlos. En primer lugar intente acceder a la habitación donde se guardaban los equipajes fingiendo que había extraviado algo de mi propio equipaje, para ello hablé con el desconfiado Octavio pero no me dejaron pasar y el esclavo y Octavio me dieron largas… el segundo intento fue un poco mas descabellado, estaba desesperado y Octavio había redoblado la vigilancia cerca de la estancia de equipajes, así que busqué una posible distracción iniciando un pequeño fuego cerca de la estancia, dio su efecto, pero tras algunas persecuciones francamente divertidas, tampoco conseguí recuperar los documentos. La providencial llegada tardía de Atia dio renovadas esperanzas en mi búsqueda de los documentos, así que de inmediato comenté con Atia el posible latrocinio de los documentos, y al fin pude conseguir el deseado acceso a la sala y ¡oh sorpresa¡ los vetustos documentos revelaron una importante conspiración de los Metelo, que si bien en aquel momento no llegamos a vislumbrar por completo, sí supimos que algo muy grave podía ocurrir. Con la ayuda de la Sibila, Gaia, el Augur y la propia Atia, mandamos a detener a Metelo y Cornelia pero ya era tarde, habían desaparecido (mas tarde me entere que habían sido detenidos por la propia Sibila, por fortuna antes de que acabaran su ritual para traer a Saturno a la Tierra), aun así sin la mayor parte de los materiales necesarios para el ritual, creo haber ayudado a que la convocación fallara.
Fue en ese momento cuando oí aquel grito….aquel grito que aún hoy resuena en mi cabeza y mas ahora, cuando empuño contra mi voluntad esta daga, sin duda para cometer el mas atroz de los crimines, pero necesario para vengar la muerte de mi mas preciado amigo Casio y mi amada republica…. Jamás perdonaré aquella afrenta y el asesinato de Casio…
En aquel momento corrí escaleras abajo para socorrer el grito de mi amigo Casio cuando quiso la fortuna que tropezara en aquellas escaleras malditas y… bueno, ya sabéis como sigue la historia…
Aunque me perdí la derrota de los adoradores de Saturno y las votaciones finales para evitar el triunfo de César, estoy orgulloso de mis acciones aquel día, solo los dioses saben que pudo haber ocurrido aquellos días en Villa Atia…
Tras nuestras peripecias en Villa Atia volvimos al Senado donde vivimos nuestra en parte amarga parcial derrota frente a César, pero los acontecimientos se mueven rápidamente y el fin de la tiranía de César llega a su fin…Dame fuerzas Júpiter¡¡¡
Funeral de Casio: No faltaban al funeral las personas simpatizantes de los optimates, patricios, caballeros e incluso los actores que llevaban los Imaginum de la familia. La música era ahogada por los lamentos de las plañideras.
Cuando apenas acababan de salir de la domus familiar del joven, un nutrido grupo de hombres de luto se acercaron pausadamente y se unieron discretamente al final de la triste comitiva.
Catón, una vez llegado al lugar en donde se incineraría al joven Casio, se adelantó e hizo uno de los discursos más emotivos que jamás se había escuchado en la Urbs. Aludió a las virtudes romanas tradicionales del joven senador, y a su total fidelidad a la República, incluso tras haber sido amenazado de muerte por el fanfarrón de Marco Antonio. La gente, comenzó a vitorearlo a mitad de discurso y el final, solo los más cercanos fueron capaces de escucharlo.
Tras la ceremonia, una figura de elevada estatura, se acercó al orador, secundado por varias figuras, entre las que destacaban las del augur Rufo y la de un legionario.
-César!!Qué desfachatez!!¿Cómo te atreves a venir a esta santa ceremonia?... (Servilia le tomó dulce pero firme de su brazo, instándole a relajarse).
-Tranquilo senador Catón. He venido en son de paz. Ya es hora de dejar el gladius y arreglar la suciedad en casa. No tuvimos tiempo de solucionar los hechos, debido a lo ocurrido al final de la reunión en la Villa de mi sobrina. Pero ahora, con el Genius de Casio descansando en los Campos Elíseos, por fin son los augurios favorables (el augur y él, se miraron y asintieron) y debemos de retomar nuestra conversación. ¡Qué lo traigan!
Pullo se volvió hacia uno de los acompañantes de su general y descubrió la cabeza de Marco Antonio.
-¡Asesino!-Gritó Bruto, mientras su madre le sujetaba rauda, con el único brazo que le quedaba libre.
Catón, sorprendido por no decir algo más fuerte, le miró de arriba abajo.
-Vaya, eres más valiente de lo que pensaba, Antonio. Te imaginaba muy lejos del Pomerium.
-Te sorprenderías, Catón. Tengo mucho más coraje del que jamás te imaginarás y vengo a entregarme, pues he puesto a mi legión, a mi general y a todo el ejército romano en entredicho, por culpa de mi terrible carácter, eufonizado por los vapores de Baco, que aquella noche nublaron mi juicio.
-Bien, pues así sea. Acudamos a los Rostra a solucionar todo esto de una vez y así, seguro que Casio, podrá descansar por fin.
Y con esta frase de Catón, la comitiva volvió hacia el Foro, pero los rumores ahora, eran más fuertes que las lágrimas.
La conversación que hubo entre el general popular y el senador optimate, no fue escuchada por nadie más que por Servilia, que jamás dijo una sola palabra de ello, ni siquiera a su buen amigo Ático. Pero debió de conmover por momentos al optimate, que cabeceaba asintiendo sin darse cuenta. Las consecuencias se verían más adelante.
El juicio de Marco Antonio: El juicio fue rápido. No hubo tiempo para que los planes de los integrantes de las bandas se llevaran a cabo. Además, la presencia de los legionarios en el Campo de Marte, no eran acicate para ellos, que tan bien sabían cuando era momento de retirarse.
El propio Marco Antonio se declaró culpable y César sugirió una dura pena, a la que los jueces no se pudieron negar. Una jugosa multa para la gens Cassia, que pagaría los funerales, dejaría algo a su esposa y mantendría los rezos por su espíritu durante 20 años (unido a la celebración de juegos fúnebres con gladiadores, cosa que satisfizo enormemente a la plebe). Exilio incondicional de 5 años para Marco Antonio y la prohibición de cualquier cargo político, religioso o militar durante ese periodo. La disculpa pública ante la familia y el Senado y la vergüenza popular. Todo ello, calmó los ánimos de la gente y del mismísimo Catón.
A la gente ya no le sorprendió que aparecieran los hermanos Tulio, que habían mantenido un discreto segundo plano, y les ofrecieran charla y una infusión en su casa a los allí reunidos. Catón y César, juntos bajo el techo Cicerón. Impensable pero cierto. La reunión duró hasta bien entrado el día siguiente, pero salieron con una leve sonrisa en el rostro. Los esclavos, sólo oyeron el último comentario de Catón:
-Y ahora que Roma está salvada…Hablemos de mi hermana Servilia.
-Jajaja, todos rieron con sonrisas francas, pues Catón era Catón y nada lo haría cambiar del todo jamás.
-Hablaremos, hablaremos.-Prometió César con una sonrisa melancólica.
Se despediría adecuadamente de ella, en la cita que ya concertaron en Saturnales.
A los pocos días, mientras Antonio marchaba hacia el sur, el Senado se reunió y se votó un senatus consultum ultimum, por el que se concedía al senador Catón, como representante de la virtud romana, la capacidad de presentarse a censor, sin necesidad de tener el consulado. Y además, César y Cicerón, se presentarían en pareja a las próximas candidaturas y Quinto, procedería con la continuación de su cursus honorum. Pompeyo, seguramente sería parte del trato y hablarían con él, para saber el destino militar que deseaba. El mundo político en Roma, se iba calmando…
El programa político de los nuevos aliados, fue sencillo. Vamos a limpiar Roma, junto a Catón. Los jefecillos de bandas y malhechores diversos comenzaron a temblar. Claudio Marcelo, ya en trámites del divorcio de Octavia, había cedido a Nemo a los Julia, a cambio de que le dejaran partir tranquilo, pronto partió a un autoexilio en una de sus villas. Fausto, se fue con él unos meses, para que las cosas volvieran a su cauce, a pesar de sus planes iniciales junto a Ticio. Pero si Catón les hubiera visto disfrutando de unos masajes y baños, regados con buen vino de Falerno y vestidos con tejidos de Cos, hubiera despotricado sobre ellos.
Ciertamente, todos se salieron un poco con la suya, pues Roma estaba limpia y al ver ahora a César con nuevos ojos, pues había cumplido todas y cada una de sus promesas, Catón escuchaba atentamente los cambios que el cónsul César le iba proponiendo de forma gradual. Quinto, como acompañante eterno de su hermano, el nuevo cónsul Cicerón, tomó más fama política que le catapultó en futuras selecciones al consulado. Posca, liberto ya, no dejó la casa de su amo, que tan bien le trató siempre y le ayudó enormemente en su campaña para el consulado. Junto a Lépido, quemaron cualquier documento incriminatorio de la época “pre Saturnales”, a pesar de la voluntad de César, que tras irritarse un poco al conocerlo, sonrió y les tomó del hombro, pensando que era afortunado por contar con aliados como ellos. Lépido, contento por la recuperación del Águila de la Legión, consiguió la pretoría al año siguiente, ayudado por su amigo y general César y su vida, continuó su curso, pero no pudo evitar charlar un rato con, el ahora liberto, Posca, que le preguntó sobre los hechos que vivió de primera mano en Villa Atia.
-Estimado Posca, al principio se respiró un ambiente relativamente ‘tranquilo’ en la casa, bajo mi punto de vista, pero desde el momento en que los Optimates se encerraron durante tanto tiempo a debatir comencé a sospechar que probablemente se podía estar tramando algo en contra de César (aunque sólo eran sospechas).
Gracias ti Posca, pude ir averiguando algún que otro detalle de las conversaciones que ocurrían a puerta cerrada mientras una y otra vez daba instrucciones a Lucio Voreno y Tito Pullo para que fueran averiguando todo lo que pudieran acerca del Águila robada, intentado que a su vez no se levantaran muchas sospechas entre los opositores a César para evitar posibles chantajes hacia él; el Águila era más importante para César de lo que muchos podían pensar.
Por desgracia para nosotros los militares, César andaba muy ocupado como para que pudiéramos hablar con él, pero me tranquilizó el hecho de que gran parte de sus conversaciones fueran entre él y Quinto Cicerón; aparentemente parecía que estaban llegando a algún acuerdo, cosa que me tranquilizaba.
Tuve la oportunidad de poder hablar con Charmión, dama de Cleopatra, la cual me dio a entender que querían conocer ciertos detalles un tanto peliagudos en relación a la organización militar de los ejércitos de César. Estos datos no era posible desvelarlos a menos que mi General diera su consentimiento. El encanto con el que esta misteriosa egipcia dirigía su mirada hacia mí, casi me hace desvelar algún detalle, pero fui fuerte, Posca.
Más adelante, con la intranquilidad de que el Águila no aparecía (después de una gran reprimenda por parte de nuestro General) y porque aún teníamos pocas pistas acerca de su paradero, mantuve una corta pero interesante conversación con Casio y Catón: Tenían en su poder pruebas escritas de los actos ilegales de César junto a Craso, pruebas que harían muy difícil cualquier negociación para que César pudiera entrar en Roma de forma legal. La prueba más contundente la tenía por escrito Casio, y Catón me afirmó que César supuestamente usurpó grandes cantidades del dinero del estado, aunque no tenía una prueba material de estos hechos. Estaba claro que Catón, en su línea, iba a ser un duro opositor a cualquier negociación que pudiera beneficiar lo más mínimo a César.
A partir de este instante me coordiné con Marco Antonio y Calpurnia para arrebatarle a Casio ese documento y hacerlo desaparecer (el documento, no a Casio…). La idea era que alguien que no hubiera hablado con Casio todavía pudiera de nuevo pedirle que le mostrara dichas pruebas escritas y en un descuido arrebatárselas de su mano y destruirlas.
Durante gran parte de la estancia y ante la posibilidad (aparentemente remota) de que César pudiera ser asesinado, solicité en varias ocasiones a Octavio que nos permitiera a los militares ir mínimamente armados, cosa a la que se negó y tuve que entender, puesto que estábamos en su casa. César tampoco estaba de acuerdo en que hubiera el más mínimo gesto de violencia por parte de los militares; también lo tuve que entender con cierta resignación.
Pero después de llegar a mis oídos, por parte tuya y alguna pista de Gordiano, rumores de que Octavio corría peligro, ordené de inmediato que Tito Pullo lo vigilara de cerca para evitar, a modo de guardaespaldas, cualquier hostilidad hacia su persona.
Poco después me informaste de que al parecer Bruto había sido visto con una daga oculta en la toga. Definitivamente decidí, ante la negativa de Octavio a permitirnos acceder a las armas y sabiendo que Bruto poseía una, que ninguno de los militares perdiéramos ojo de César. Finalmente y viendo que en varias ocasiones Lucio Voreno estaba algo “distraído” como para prestarle atención al General aposté por ser yo el propio guardaespaldas del General, cosa que podría molestarle en la intimidad, pero las circunstancias a esas alturas no permitían muchos despistes por mi parte.
Me mantuve muy al tanto de los movimientos alrededor de la casa y no perdí de vista al General. Durante una de sus conversaciones con la reina Cleopatra y manteniéndome en la oscuridad pude ver como Lucio Voreno se acercaba raudo hacia nosotros. Fue aproximándose y él podía ver a César claramente, puesto que la luz incidía sobre él a través de una de las antorchas exteriores de la casa. Cuando vi que estaba lo suficientemente cerca para haberse presentado ante el General y no hacerlo, tuve que llamarle la atención, momento en el cual Voreno se detuvo aparentemente sorprendido; le pregunté qué ocurría y que porqué venía hacia nosotros con esa actitud tan rara y me respondió que estaban ocurriendo cosas extrañas fuera de la casa: Cecilio Metelo y su hija Cornelia de alguna manera se habían quedado petrificados.
Fuimos hacia el lugar que nos indicó Voreno, puesto que César estaba interesado en esta extraña situación que no entendíamos. Personalmente no entendía que podía estar ocurriendo en esos momentos; ¡era cosa de los dioses!
Permanecí inmutable, de nuevo haciendo guardia y vigilando a César, puesto que la situación en la casa se volvió si cabe más tensa y confusa. Pero ocurrió otro suceso que todavía produjo más tensión entre los invitados: la muerte de Casio. Yo sabía quién podría haber sido el responsable y las acusaciones hacia Marco Antonio me alteraron bastante, ya que este hecho podría haber perjudicado enormemente a César, al ser tan cercano a él. Los optimates acusaron con unas supuestas pruebas a Antonio, pero eran eso, supuestas pruebas.
El ambiente estaba muy caldeado y Catón estaba dispuesto con todas sus fuerzas a que este hecho no quedara impune. Tras una discusión monumental entre César y Catón, éste no pudo demostrar de ninguna manera sus acusaciones hacia Marco Antonio, aún a pesar de que mi commiliton habría partido lejos, cosa que hizo sospechar aún más de él.
Tras la el pacto en el Senado, César quería encaminarme a dirigir las legiones Romanas cercanas a Egipto, puesto que está fascinado por los secretos de estas enigmáticas tierras (estoy convencido de que el General ha establecido un fuerte vínculo con la reina Cleopatra…). Pero no debo de olvidar mi campaña a pretor para el siguiente año, y nos conviene tener un juez en nuestro bando. Me hubiera gustado estar un tiempo alejado de las tensiones en Roma y encontrar cierta tranquilidad en esas tierras, donde de nuevo hubiera podido volver a tener la oportunidad de conversar con aquella misteriosa mujer: Charmión.
-Qué historia tan interesante, señor…
-A partir de ahora, eres un hombre libre, Posca. Simplemente, llámame Lépido y si hay suerte, el año que viene, pretor Lépido!!
Domicio partió hacia los Alpes, a dirigir las legiones de las Galias. Siguiendo los designios del Senado, disgregó algunas legiones, asignándoles puestos estratégicos, para el control de los nuevos territorios y dejó tres legiones a las que dirigió contra rebeliones puntuales. Pronto, partiría hacia Germania o Britannia, retos para Roma, pero confiaba en su saber hacer para conquistarlas.
Calpurnia, desengañada por el divorcio de César, decidió convertirse en sacerdotisa de Venus y partió hacia el sur, en donde entró en un templo en Cumas, un lugar privilegiado que tenía cerca unas playas maravillosas, en donde encontró el amor con un magistrado local. Por fin sonreía feliz, indiferente ante el hecho de no poder tener hijos, puesto que su actual esposo, ya tenía 3 varones de un matrimonio anterior y no necesitaba más hijos. Jamás volvió a Roma, pero tampoco la echó de menos.
Bruto, poco a poco fue olvidando a su amigo Casio, pues incluso su tío le demostró lo beneficiosa que era la nueva alianza con el general “reformado”, ahora cónsul en Roma. Terminó su formación y continuó elevándose en el cursus honorum y cuando por fin compró su domus, recordó con añoranza a Casio, que tenía el mismo objetivo que él. Sólo una cosa le consolaba: Ahora, seguro que Casio yace en los Campos Elíseos, no hay mejor domus.
Atia, Octavio y Octavia, unidos ahora al cónsul del año, no podían estar más contentos con lo ocurrido en la reunión en la Villa. Octavio se estaba formando como un gran hombre y antes de que su tío abuelo terminara su consulado, sería togado como hombre. Los consejos de Quinto y Marco Cicerón le fueron de gran ayuda y trabó gran amistad con Mesala Rufo, con gran alegría de su padre, que ahora, por fin estaba plenamente feliz. Pompeyo, comenzó a apreciar las bondades de su nueva esposa, a la que llevaba siempre del brazo y junto a César, amigo de nuevo, soñaban con Germania y sus tesoros.
Sólo había un personaje que caminaba cabizbajo junto al general, pues echaba de menos a su amigo y a la vez, Némesis: Lucio Voreno. Pero su esposa y sus hijos, le hicieron olvidar pronto sus cuitas.
En cambio, Metelo, no estaba triste. Estaba orgulloso de su hija y visitaba puntualmente (cada mes y las fiestas oficiales) el mausoleo que erigió en su honor, pero también en Saturnales. Jamás olvidaría lo que hizo por su dignitas y por su Dios.
Servilia, liada con la boda de su única hija, no echó demasiado de menos a César y aunque sus encuentros tuvieron que ser esporádicos, nada pudo separarlos definitivamente.
César tuvo que divorciarse, pues su mujer no le dio hijos y en su siguiente boda, se juntó lo mejor y lo peor de la sociedad romana. Algo inaudito hasta el momento. La pregunta es…¿Quién fue la afortunada?
Sólo la Sibila lo sabe.
Al sur de Roma, en el puerto de Brindisium, algunos días después:
Charmión, durante el camino hacia el puerto, le fue comentando a su contacto de “Los que velan por el bienestar de la Tierra Negra” las anécdotas más relevantes ocurridas en la Villa romana: “…una de ellas es la propuesta que le hice al gladiador Nemo (en nombre de Su Majestad La Reina Cleopatra VII Filopátor Nea Thea, como todas las propuestas que hice) de que fuera miembro de la guardia personal de La Reina en Egipto si conseguía ganar el combate por el que sería liberado por el Cónsul; él a su vez se ofreció para dar un espectáculo de lucha de gladiadores en Egipto en honor de Su Majestad. La Reina aceptó encantada este ofrecimiento. Todo quedó simplemente en propuesta puesto que no se volvió a hablar del asunto y no llegó a mis oídos que Nemo fuera liberado, pero nuestro eficiente servicio secreto, pronto nos pondrá al día.
Otro suceso que aconteció fue con Mecenas, le hablé de que Cleopatra estaba interesada en decorar La Biblioteca de Alejandría con obras de arte y que si él podía proporcionárselas; me dijo que hablaría con ella puesto que le interesaba algo de Egipto y lo podía negociar con algunos mármoles y lienzos de su propiedad. También le pregunté por su desarrollo de un tipo de escritura abreviada, no quiso revelarme nada y desvió la respuesta diciendo que no era él el experto en el tema. Será interesante el saber quién lo es en realidad, pues nuestros escribas celebrarían el poder escribir en un lenguaje más abreviado aún que el hierático o el demótico, aunque yo, sigo prefiriendo la Sagrada Lengua…
En otra ocasión me quedé a solas con Lépido y le pregunté por la organización del ejército romano (uno de mis objetivos era saber cómo eran los romanos para poder combatirlos, en caso de entrar en batalla con ellos), él, nervioso por la importancia de mi pregunta, me dijo que lo tenía que consultar con César y más tarde me enteré de que éste le contestó: “interesante....no le digas nada”. Es normal que no quieran revelarnos sus tácticas, pero para eso, ya tenemos hombres entre sus filas…
Pude conversar también con la Sibila, pero solo pude obtener de ella una invitación para visitarla en sus tierras y que ella viniera a visitarnos a Egipto; intenté intercambiar conocimientos de magia, pero no hubo forma de que me contara nada. No solo son reservados los romanos…sino también los griegos.
El objetivo que tenía de averiguar cómo estaba el culto de Isis en Roma no pude cumplirlo por entero, la mayoría de las mujeres se mostraban desconfiadas al hablar conmigo (Servilia, sin ir más lejos, me dejó con la palabra en la boca y se fue con su hijo Bruto) y hasta el mismísimo augur Rufo Mesala me contestaba con evasivas; pude averiguar por ciertas personas que el augur estaba malmetiendo contra Cleopatra y contra mí, pero nada más allá del mero recelo al extranjero, no deis cuenta de él.
Mi principal objetivo (que Egipto continúe siendo una tierra libre y que no quedara sometida a Roma) incluía el vigilar a Cleopatra para que no vendiera nuestro pueblo a los romanos; si esto hubiese ocurrido, hubiera cumplido con mi promesa de ejecutar a Su Majestad, con el veneno de un áspid que portaba en mi equipaje y luego recurrir al ejército del que disponemos en Egipto con 10.000 hombres, parte importante de nuestra sagrada sociedad secreta, para poder defendernos del ansioso pueblo romano. Afortunadamente, Su Majestad Cleopatra demostró la más absoluta fidelidad al pueblo egipcio y no hubo que recurrir al asesinato, es más le ofrecí la ayuda de recursos de los que disponía tales como el oro y la influencia para el voto que me aportaban “Los que velan”. Además, tiene planeado abrir una audiencia mensual para el pueblo llano. Quierer saber lo que opina el pequeño campesino que lucha contra la adversidad y las injusticias. Me parece una iniciativa loable y que la acercará aún más al pueblo, que tanto amamos.
También quisiera destacar que encontramos Su Majestad y yo en la persona de Ático, un gran aliado y suponemos también un gran amigo, el cual nos prestó toda su atención y apoyo. Nos quiso ayudar en el asunto del pergamino, pero no pudo porque le fue sustraído. Ahora, nos acompañará en nuestro viaje y vosotros mismos podréis conocerlo y valorarlo como posible tutor de Egipto.
Finalizaré el relato de mi informe con uno que desencadenó en aumentar más la desconfianza hacia la persona de La Reina y hacia la mía, pero que no deja de tener su gracia; entre mis cualidades ocultas, sabéis que está la magia de Isis, y quise poner en práctica un conjuro por el cual se podía hacer que una persona dijera la verdad contestando a unas preguntas de las que no era consciente. Quería interrogar a Quinto Tulio Cicerón, puesto que había indicios de que había sido él el que había ordenado robar un documento de vital importancia para Egipto en la casa de Ático. Para poder llevar a cabo el conjuro, Quinto debía beber de un vaso que contenía una pócima, para ello me dispuse a llevar 2 vasos de vino (uno con la pócima y otro sin ella) al lugar donde estaban conversando Cleopatra y él; Quinto no quiso beber alegando problemas de estómago (aunque realmente era porque pensaba que le quería envenenar) y Su Majestad intentó obligarlo a beber, éste creyó que le iba a tirar el vaso encima y reaccionó dándole un manotazo y derramando el vino sobre mi vestido. Luego supimos que Quinto iba diciendo que Cleopatra y yo íbamos por ahí intentando envenenar a la gente, cosa que no era cierta.
Por otro lado está el acuerdo firmado entre Su Majestad La Reina Cleopatra y Quinto Tulio Cicerón, éste garantiza el apoyo a la regencia de La Reina en Egipto y la obtención del pergamino (posible testamento del Rey Ptolomeo Alejandro II) que tanto ansiamos, ya que si saliera a la luz sería la perdición de nuestra tierra, a cambio de 200 talentos de oro y la cesión de ciertas propiedades en usufructo. La cuestión es que si el pergamino resultara falso, sería lo de menos, puesto que interesaría más su apoyo que romper el acuerdo. Explicaré esto último: los términos del acuerdo, para ser respetados, exigían la veracidad del documento entregado, pero aún demostrándose que fuera falso, a Egipto no le convendría no tener apoyos en Roma pues nada les impediría invadirlo.
Mi última conclusión es acerca del culto de La Gran Madre Isis en Roma, no habiendo averiguado mucho al respecto, sé que se la equipara con Venus y que tiene un templo dedicado a ella en el Monte Capitolino y curiosamente se la adora también en el altar de lares de nuestra anfitriona, Atia, pues había una figura representando a nuestra Madre Isis, deduzco que ella también la veneraba, así como sus allegados. Si César llegara al poder con Cicerón, nos sería beneficioso tanto a nivel religioso como político.
Y este es todo mi informe. Espero haber podido cumplir bien mis objetivos, tan importantes para Egipto.”
-Muy bien, Dama Charmión. Pasaré su detallado informe a nuestros superiores, alegando que de momento, nuestra patria parece segura, pero habrá que esperar a la siguiente aparición de Sirio, cuando los romanos elijan nuevos gobernantes. Así, comprobaremos por dónde irá el cauce político de Roma y si es necesario mantener al ejército o dejarlos en reserva. Ha cumplido su trabajo de manera excepcional y será honrada por nuestro pueblo. Ahora, ya podemos dejar que Cleopatra se case con su hermano y fijarnos un poco en nuestros problemas internos. Que Khepri nos ilumine siempre y Nilo sea fructífero.
-Que así sea mientras Isis nos proteja!!
A los pocos días, en el mismo puerto de Brindisium en donde terminaba la escena anterior, en la parte más meridional de la península, sucedía una curiosa escena en el puerto. La flota Real egipcia, bullía de actividad frenética, disponiéndose a partir, cuando su reina alertada por algún mensajero, subió a cubierta y desde allí, saludó con la mano a una polvorienta comitiva, que se acerba a toda prisa. Los cascos de los caballos, formaron tal polvareda que, hasta que no pasaron unos minutos quietos, junto a la pasarela que les aguardaba tan impaciente como sus dueñas, no pudieron reconocerse los rostros de Marco Antonio, sospechosamente alegre tras haber recibido tan duro castigo en Roma y a su lado, Tito Pullo, que había despilfarrado sus ganancias de las Galias en pocos días y decidió acompañar a su capitán, curioso ante la “cultura” egipcia tras ver las sensuales danzas de las damas orientales.
Allí, salió a recibirles Mecenas, que había aprovechado el viaje de la reina Cleopatra, para acudir con ella a cerrar definitivamente un pacto sobre unos territorios muy jugosos para el coleccionista. Les saludó efusivamente, contento de tener a hombres romanos entre el pasaje y subieron la pasarela ansiosos de saludar a sus anfitrionas en la travesía. También salió a escena Ático, que acudiría unos meses a Alejandría y a la corte egipcia, para vigilar la boda Real. Posiblemente, se convertiría en el tutor legal de Roma, pues aunque no era un político, todo el mundo confiaba en él y sabrían que haría bien su papel.
La reina hizo una pequeña inclinación de su cabeza tocada con el Ureus, símbolo de su poder, mientras que Antonio, se humilló a sus pies, con mirada arrobada.
-No deseaba otra cosa que ver de nuevo como amanece, cuando abres tus ojos, bella reina. A pesar del dolor de ser cegado por ellos, el placer es mayor. (Y girando su rostro) Salud, Dama Charmión. Que los dioses sean contigo.
-Estimado Antonio, levanta ya. Hemos paseado juntos a la luz de la luna y ahora, vamos a compartir un largo viaje y una indeterminada estancia en mi país. Dejémonos de formalidades y ven a compartir un refrigerio junto a nosotras y a Mecenas.
-Por supuesto, mi Reina!!
Y el aguerrido soldado, se atrevió a tomar suavemente del brazo a la reina y aunque todos en el barco aguantaron la respiración, en espera de una reacción, ella, siguió andando como si nada mientras sostenía a Antonio.
Pullo le guiñó un ojo a la atónita Charmión y agarró del hombro amistosamente a Mecenas y a Ático, que se tambalearon ante la efusividad del legionario.
Se levaron las anclas y se hincharon las velas, con el viento de febrero, pero anunciando un día casi primaveral. Un nuevo futuro se abría ante ellos.
Cleopatra sería ayudada por estos hombres a librarse de los conspiradores que manipulaban a su hermano, se casaría con él y por fin, podría hacer lo que tanto tiempo había esperado: Devolver a Egipto la preeminencia debida, escuchando los sabios consejos de su pueblo en audiencias reales y poniendo a Roma en su sitio. A cambio, ellos, pasaron los años más felices de sus vidas.
Varios años después, en una villa cercana a Roma:
La escena es curiosa. Un joven fortachón, de unos 16 años, maneja con poco tino una pluma barata y un pergamino en blanco, que va poco a poco sembrando de signos incomprensibles para el anciano que le mira, asombrado por los secretos de la escritura. A medida que le va dictando al joven, imagina que esas filas de trazos oscuros, son filas de la legión que tantas alegrías y penas le dio antaño. Y su narración, se hace más pausada y melancólica.
Nunca os negué, hijos míos, que la vida ha sido muy dura, que he trabajado mucho para conseguir lo que hoy tenéis.
Ya soy muy mayor y no creo que Marte impida durante más tiempo que los hilos de mi vida se rompan para bajar al inframundo a reunirme con todos los que asesiné, en la guerra o en el día a día.
No quiero que nadie sienta pena por mí, tampoco quiero que nadie piense que me arrepiento de lo que hice, lo que hice, hecho está y arrepentirse no lo va a solucionar.
Siempre os contaba las anécdotas y pormenores de las batallas que vivimos Lucio y yo, os hablé de Gordiano y Gaia, buenos amigos a los que vuestra madre llegó a conocer antes de que perdiéramos el contacto, ya sabéis la vida de los nobles no va ligada con la del pueblo llano. También os conté el respeto que le tenía a César, General de la XIII Legión, victoriosa de las batallas de las Galias, del cual conocéis la historia de su vida.
Pues precisamente él fue quien me concedió gran parte de lo que hoy veis cuando miráis hacia el oeste.
Todo empezó al terminar la guerra en las Galias, tras la batalla de Alesia, por fin regresábamos a Roma, pero lejos de recibirnos como a héroes, se nos trataba como a delincuentes, esos senadores que solamente saben hablar durante horas sin solucionar los problemas reales de la población, esos que se alimentan en exceso mientras el pueblo, ciudadanos de Roma, se muere de hambre por las calles, esos que se atrevían a criticar lo que las legiones hacían por La República, en lugar de ver que construíamos la muralla de la tranquilidad que les permitía dormir seguros cada noche.
Debido a estos pormenores, Atia, sobrina de César decidió hacer una cena recepción en su casa de las afueras. Todos estábamos muy nerviosos, de esta cena saldríamos licenciados y con dinero o tendríamos el honor de entrar junto a César, en Roma para reclamar lo que nos correspondía por derecho. A mí sobre todo, la desaparición del Águila de la XIII, era lo que me preocupaba, mi meta principal para recuperar la confianza de mis superiores y por supuesto de César.
Indagamos, buscamos, preguntamos sobre el águila, y al final la fue a encontrar el pequeño Octavio, que cumpliendo con su promesa le hizo saber al César que el hallazgo no solo era cosa de él, que el Legionario Tito Pullo, prestó sus servicios al máximo para que esto sucediera. De aquella reunión salí contento, pero como había derrochado mis ganancias en las Galias, le hice un último favor al general. Acompañé durante un tiempo a Marco Antonio en Egipto, durante su exilio, en donde vi maravillas imposibles de contar y tras este tiempo, volví de nuevo a Roma con una bella esposa egipcia, tierras, una casa y algunos sirvientes, y por supuesto el honor de licenciarme como Centurión. El dinero en metálico, me lo dio Lucio, sí, el tío Lucio, que me tuvo arrestado por unas pequeñas discrepancias en la forma de combatir, antes de dicha reunión. Al tiempo, me enteré que fue el último favor que me hizo Antonio, al que ayudé con un feo asuntillo. De allí salí con suficiente capital como para empezar una nueva vida lejos de las guerras.
Algunos negocios se quedaron en el aire, ya que no llegamos a formalizar nada, había un gran gladiador llamado Nemo, que en un principio tras su victoria número 100 sería liberado, en ese momento montaríamos una escuela de gladiadores, pero eso nunca sucedió ya que no consiguió su victoria aquella noche, pero por lo visto, Atia, muy inteligente para ser mujer, consiguió que el cónsul se lo vendiera y al poco tiempo, lo liberó, como parte de la ceremonia de las siguientes Saturnalia, lo que aumentó aún más la fama de los Julios. Lo cierto, es que aquella noche, se decidió el futuro de todos los que estuvieron en aquella reunión.
Aquella noche se tomaron decisiones muy importantes, ya sabéis que a mi la política nunca me ha interesado, y tomar decisiones con el diálogo, cuando las puedes tomar con las espadas, me parecen una pérdida de tiempo.
César negoció, y las legiones desaparecieron, creo que debería de haber entrado en Roma acompañado de sus oficiales y toda la decimotercera vigilando su espalda, pero bueno decidió no derramar más sangre para firmar un trato, que a mi entender no le convenía.
Poco después, cuando ya estaba instalado en lo que hoy llamáis hogar, conocía vuestra madre, una bella mujer que supo hacer de mí una buena persona, y me convenció para que aparcara mi espada definitivamente, aunque me he desfogado mucho cuando os entrenaba para vuestro servicio militar y creo que os he enseñado todos mis trucos y técnicas.
Pero mi mayor secreto lo he guardado celosamente temiendo que alguien pudiera delatarme y que eso me hiciera perder mi condición de ciudadano, nunca os he hablado de mi infancia, ni de los abuelos, eso es debido a la marca que llevo en el brazo. Sí, hoy solamente es una cicatriz, pero debajo de esa marca se esconden las iniciales del señor al que pertenecíamos todos, mis padres, mis hermanos y yo. Si hijos, yo nací esclavo, pero la diosa Fortuna quiso que mi vida cambiara y hoy seamos lo que somos.
Ahora en mi lecho de muerte tenía que contárselo a las personas que más quiero, de manera que empezaré por la manera en que mi padre consiguió ahorrar para pagar mi libertad…
El joven, aunque sorprendido, siguió copiando, pues tenía que mandar una copia de la carta a sus hermanos, repartidos por todos los lugares de Roma. Una a Egipto, en donde su hermana mayor, aprendía los secretos de Isis, junto a Charmión, una reputada sacerdotisa, consejera de la Reina Cleopatra, de la que se decía, que nadie sabía su edad real, pues su rostro no cambiaba con los años, sino para embellecerse más.
La otra, iría a Britannia, una lejana y reciente posesión de la República, en donde su hermano mayor, peleaba con las legiones, por aumentar los territorios romanos.
La última, iría hacia Asia, en donde su hermano mediano, estaba estudiando griego y retórica, pues no le iba la espada. Una pequeña espinita para su padre, pero en el fondo, se enorgullecía de él.
Además, tenía que terminar con el testamento y llevárselo a las Vestales. Estaba muy nervioso, pues César, Pontifex Maximus, vivía en la domus pública adosada y la posibilidad de cruzárselo era muy grande. Le admiraba, pues las batallitas que le contaba su padre sobre el gran general, aún estaban vivas en su mente. Pocos podían imaginar que ese hombre, hoy calvo y algo chepado, fue el gran general que conquistó las tres Galias y que siguió luchando con Pompeyo, por el dominio de Britannia y de Germania.
Consiguió cambiar incluso el calendario sagrado, arreglar el foro y convertir a Roma en más esplendorosa de lo que era antaño. Nadie pensaba que sus diferencias con el que hoy día era Princeps Senatus Honorario, Catón, se arreglarían en una reunión, en la que su padre, un mero esclavo, había conseguido colarse. Lo malo es que la tendencia a exagerar de su padre, le impedía creerse todas las maravillas que le contaba su padre, tanto de César, como de la reunión en Villa Atia, como las apariciones del Inframundo (sobre todo, esto era increíble) y muchas otras historias más que ocurrieron después.
Pero cuando vio a César con una comitiva de tres vestales y un líctor, entrar por la puerta de su propia casa, mientras terminaba de redactar las últimas voluntades de su padre…Todo se le hizo un poco más real.
Se saludaron como si fueran aún legionario y general, de forma militar y luego, con un campechano abrazo. Pullo, estaba extrañado, pero había conseguido alzarse del triclinium, en el que descansaba hacía días.
-Querido Pullo (el joven se sorprendió al oírlo hablar tan cerca y al oír su voz, comenzó a entender porqué todo el mundo le escuchaba siempre).- Me han dicho que estás enfermo y hoy, tu hijo Cayo no ha acudido a sus clases. Me preguntaba si acogerías en tu casa a un viejo amigo, que viene de visita y a contarle a su hijo, el porqué de su nombre.
-Por supuesto, mi gen…esto, Pontifex. El honor de la visita me supera.
La velada fue estupenda. César venía a ofrecerse a mi padre para organizar la festividad de mi mayoría de edad. Ya que mi padre me había puesto su nombre y César sabía que había sido en su honor, deseaba hacerme de patrón y tutelarme en persona. Mi padre y yo, nos miramos asombrados y felices. Poco más podría haber alegrado a mi difunta madre, que esperaba paciente en el mundus a mi padre, para que no se perdiera en el Camino Final y ayudarle en el juicio de los dioses en los que ella creía.
Contaron mil historias y descubrí, que mi padre no exageraba nada (o que César era aún más exagerado que él…nunca lo sabré). La mirada de respeto y veneración hacia mi padre, aumentó tras ese día, aunque siempre lo había admirado.
Las propias Vestales recogieron el testamento y se encargarían de gestionar las cartas para mis amados hermanos. También, dejaron una figurilla de Venus en el Larario de casa, quizá como ofrenda, aunque una de nuestras sirvientas (padre nunca consintió en tener esclavos y ahora, sé porqué) la limpiaba con pasión en cuanto se fueron…nunca lo llegué a entender, pues estaba limpia…Cosas de mujeres.