2/9/08

Urbanismo romano

Tras tanto rollo de política y fechas, os pongo un artículo más suave y espero que entretenido, aunque no por ello menos largo, que al final me he emocionado y eso que os juro que intento resumir.
Adjunto algunas fotos de una recreación de una domus romana, que hay en Cantabria y que he visitado recientemente, para ambientarme un poquillo más en la vida de los romanos.
Espero que os guste el artículo.
P.


Urbanismo romano: La Vrbs.

El término “Urbanismo” procede de la palabra latina Urbs (ciudad), que en la antigüedad se refería por antonomasia a la capital del mundo romano, Roma. Las principales características de la arquitectura romana son su carácter práctico, su solidez y su monumentalismo. Sus principales monumentos arquitectónicos son los destinados a la vida civil y militar, más aun que los templos y los palacios. Las influencias principales de los romanos fueron griegos y etruscos.

Durante siglos Roma fue la ciudad más poblada y espléndida del mundo. En Roma tenía lugar una animada vida social y comercial. Su prosperidad económica y el hecho de ser la capital política se conjugaron para que su planta urbana se llenara de bellas estatuas, imponentes edificios, y arcos y columnas conmemorativas de los triunfos militares. Quizá sólo Alejandría la superaba, siendo la primera ciudad en nombrar y numerar sus calles. Con su precioso puerto y el Faro de Rodas, la biblioteca y el castillo, debió de ser impresionante, incluso para romanistas tradicionales como Cicerón.

Urbanismo romano:

Con algunos precedentes indirectos, los romanos continuaron los principios griegos. Sus diseños de arcos, gimnasios, foros y templos monumentales, constituyen ejemplos clásicos de Urbanismo, basado en una estricta observación de la geometría. Sus ciudades estaban organizadas formando una rejilla y entramado de calles, rodeadas por murallas defensivas rectangulares o cuadradas.

Bajo el empuje de la construcción de calzadas y puentes, se desarrolló una depurada ingeniería, que trajo consigo la aparición de numerosas técnicas de precisión de agrimensura y medición de edificios. Esto redundó también en provecho de la construcción de grandes instalaciones urbanas y militares, entre las que destaca la ejecución de los acueductos, para suministrar agua potable y el montaje de sistemas de canalización.

Especialmente fecundo fue el trato de la antigua Roma con los nuevos materiales de construcción. Satisfacían las exigencias de las nuevas ideas arquitectónicas de los romanos. A diferencia de los griegos y de las civilizaciones del Nilo y del Eúfrates, no dieron un valor especial a las estructuras que causaron efectos tridimensionales hacia el exterior, sino que buscaron crear grandes espacios interiores y revestirlos por fuera mediante pomposas fachadas (me refiero a los templos, las casas particulares eran otro cantar). Esta idea se correspondía con la invención de la mampostería. De este modo no se estaba limitado a la arcilla, a los adobes o ladrillos o a las grandes losas cuidadosamente trabajadas: el descubrimiento del mortero de cemento, permitía rellenar el encofrado de tablones y maderos con una mezcla de piedra triturada y mortero de cal, añadiendo a veces cenizas volcánicas. Así, las paredes resultaban extremadamente duras y resistentes a la acción de los meteoros. La masa fraguaba incluso bajo el agua.

En los lugares que quedaban visibles, se les revestía, ya fuera con revoque o ladrillo. Los suelos, construidos por lo general con ladrillos vidriados, se cubrían muchas veces con mosaicos (opus musivum), en las casas de gente adinerada, claro. También se usaban los llamados emblema, que eran una especie de cuadros portátiles.

En las ciudades que crearon tras las grandes conquistas, había una estructura que se repetía, la llamada planta hipodámica u ortogonal:

-Cardo Maximus: Avenida que iba de norte a sur.

-Decumanus Maximus: La otra gran arteria, de este a oeste.

En la foto, un Decumanus maximus:


-El resto de calles se trazaban paralelas a estos dos ejes principales (cardines y decumani, respectivamente), formando manzanas de edificios, que solían ser insulae. A veces había más de un cardo o decumanus, sobre todo en las grandes ciudades.

-Forum o foro (que literalmente significa “lugar situado fuera”, dado que las ferias y mercados, solían celebrarse fuera de la ciudad): Era el lugar donde se reunía el pueblo para comerciar o hacer negocios, y también para pasar el rato, donde los magistrados convocaban a los ciudadanos para hablarles, donde se celebran las ejecuciones de condenados; así mismo se celebraban sacrificios, ofrendas, ceremonias sagradas, juegos de animales y gladiadores y banquetes públicos. En los muros de los monumentos del foro se exponen las leyes, las prescripciones religiosas, tratados, etc. Pero sólo había foro en los municipios con más de 5.000 personas.

-Termas: En casi todas las villas romanas había al menos unos baños o termas, con precios asequibles para cualquiera.

-Conducciones de agua: También solía haber un sistema de desagüe (cloacas), acueductos (con tuberías de plomo y complejos sifones), fuentes (ninfeo), depósitos de agua (castellum aquae), etc.

-Templos: Infinidad de ellos, privados o públicos.

Comunicaciones: Viae publicae y miliarios rodeaban la civitas.

En el mundo itálico el urbanismo reticular tenía una razón eminentemente de carácter religioso. De los etruscos aprendieron los romanos y otros pueblos itálicos, y fundamentalmente quedó en Roma un recuerdo de cosas de Etruria, que tenían que ver con la religión.

Los etruscos pensaban que el mundo se articulaba en torno a dos ejes, que se cruzaban en un punto, idea que los griegos alguna vez habían tenido para algunos aspectos. Los etruscos transmitieron a los romanos el culto y el ritual de la fundación de ciudades, que se hacía con todo un ritual sacro.

Para los etruscos la fundación de una ciudad era un acto de culto, en que el ritual empezaba con la presencia de un sacerdote cubierto con una toga que luego cogía un arado de bronce, tirado por una ternera y un toro blanco e iba trazando un surco alrededor de la futura ciudad, siguiendo la línea por donde se levantarían las murallas. Los que le acompañaban procuraban que toda la tierra que caía fuera del surco, levantada por el arado fuese recogida y vertida otra vez al interior del surco y el sacerdote al llegar al sitio donde iban a estar las puertas de la ciudad, levantaba el arado para que ese sitio no fuese roto y después volvía a clavar el arado para continuar.

Con este rito, lo que se hace es dar forma a la futura ciudad, pero religiosamente. En el futuro si alguien quiere entrar, lo hará por donde el arado no ha surcado el suelo. Según la concepción romana, esta ciudad nueva quedaba inscrita en un cuadrado, rodeada por las murallas y en su interior era atravesada por dos vías perpendiculares. Cardo y decumanus, como ya comenté arriba. Este sistema de rejilla era una herencia de la formación que se realizaba en los campamentos militares, uniendo las dos principales cualidades romanas: Belicidad e ingeniería.

Para que estas orientaciones sean correctas, desde el punto de vista de los puntos cardinales, el fundador usaba un aparato que daba una enorme precisión y que se le llama groma, de donde procede el nombre de gromáticos, que se dedicaban al reparto de tierras.

El sitio donde se colocaba la groma, era el centro de la ciudad y era sacro. En este sitio solía haber un pozo llamado mundus. El mundus era un pozo cerrado, que sólo se abría con motivo de algunas festividades. Además, era un sitio peligroso, pues ponía en comunicación el mundo de los vivos y el de los muertos. Era necesario demostrar sumisión a los dioses de lo alto, como eran Minerva, Júpiter y Juno, y esto se conseguía con frecuentes ofrendas. Estas ofrendas se hacían en una zona alta de la ciudad en la que se colocaba al menos un templo. Se buscaba una colina sobre la que colocar este ‘Capitolio’ y a los pies surgirán otros edificios.

La mayor parte de la vida pública se hacía al aire libre y eso motivó que las ciudades tuvieran abundantes espacios que dieran cabida a la gente, como jardines, calles porticadas, plazas e incluso la prohibición del tráfico rodado durante el día.

La preocupación por el ciudadano creó también una infraestructura que garantizase servicios públicos como el abastecimiento de aguas (fuentes y acueductos, de los que en Roma llegó a haber once) y la red de alcantarillado, así como las termas, baños y letrinas públicas.

Ahora bien, la organización de la ciudad no siempre se atuvo a estos cánones urbanísticos. La misma Roma tenía muchas zonas que carecían de toda clase de ordenamientos: callejuelas irregulares, casas hacinadas, ruidosas, con derrumbamientos e incendios a causa de los pobres materiales de edificación (adobe, madera…) y las lámparas de aceite. Para combatirlos existía una brigada de bomberos. Craso tenía la suya propia, pero era por causas menos honradas de lo que parece…

Una deficiencia en la organización urbanística consistió en que las calles no llevaban nombre y carecían de numeración, lo que ocasionaba una gran dificultad para orientarse. Para los peregrini (inmigrantes o gentes de paso) el perderse en Roma era habitual. Por ello, los romanos tomaban otros puntos de referencia: edificios públicos, estatuas, jardines… El dato más fácil para la orientación era el predominio de tiendas y talleres de una determinada actividad artesanal: la calle de los orfebres, de los panaderos, de los zapateros…

Las plazas estaban más abarrotadas que las callejuelas, de una forma directamente proporcional a su tamaño, aunque parezca contradictorio.

En la actualidad nos imaginamos Roma como una ciudad marmórea, pero esto no fue así hasta que Octaviano, ya Emperador, hizo una reforma de la ciudad. Dijo al morir: “Encontré una ciudad de ladrillos y dejo una ciudad de mármol”.

Hablaremos hoy de las construcciones más habituales: La vivienda romana tradicional o Domus, tiene tres formas con denominación propia, según la forma y el medio en el que esté ubicada. La casa de campo se conoce como "villa", la casa patricia y de gente acomodada es la "domus" y los bloques de apartamentos (como diríamos hoy) se conocen con el nombre tan expresivo de "ínsula".

1.-La Domus.


Partes principales de una domus:

http://es.wikipedia.org/wiki/Costumbres_de_la_Antigua_Roma

1.-Fauces: Entrada.

2.-Tabernae: Tienda.

3.-Atrium: Atrio, patio interior.

4.-Impluvium: Estanque agua de lluvia.

5.-Tablimen: Pasillo.

6.-Hortus: Jardín.

7.-Triclinium: Comedor.

8.-Alae: Habitaciones laterales.

9.-Cubículum: Aseo y habitaciones de dormir.

Tablinum: Despacho del Pater familias

Oecus, se usaba como triclinio para cenas de gala, pero no todas las domus lo poseían.

El acceso a la vivienda, que estaba elevada del nivel de la calle por uno o dos escalones, se hacía a través de la ianua, en donde estaba colocada una imagen del dios Jano; esta daba acceso a un corredor (vestibulum) enmarcado por unas columnas decoradas; los mosaicos del suelo suelen tener como motivo una leyenda de saludo (”salve”, “cave canem”); en esta pieza esperaban los clientes, para dar los buenos días al dueño de la casa. A continuación, las puertas de dos hojas (fores) se abrían hacia el interior y daban paso a un pequeño corredor entre ellas y el atrio (fauces). Las viviendas podían tener una puerta lateral para la servidumbre (posticum).

En general, la vida se articulaba en el atrio o patio, donde acudían todas las mañanas los clientes del patricio, para presentar sus respetos a su patrón, ofrecerle sus servicios o demandarle ayuda. Pasaban en orden de importancia al tablinum o despacho del patriarca, preseleccionados por algún esclavo secretario. Todos los magistrados del cursus honorum debían de tener sus puertas abiertas, en especial, los tribunos de la plebe y los candidatos a elecciones, en periodo electoral.

Para demostrar sus riquezas, el triclinium solía estar visible desde el patio. Era llamado así porque tradicionalmente, había 3 divanes para reclinarse al comer y que a su vez daban cabida a 3 personas cada uno. El anfitrión debía de poder hablar con todos sus invitados desde su sofá, por ello no era adecuado invitar a más de 8 hombres a la vez.

Tan importante era la costumbre de cenar tumbados, que las mujeres, relegadas a un segundo puesto, debían de comer en sillas, enfrente de sus esposos. Escandaloso era el caso de ciertas mujeres más modernas, como Clodia, que cenaba reclinada. Otra curiosidad es la de Catón, que cuando vio la “muerte de la república”, no sólo se puso de luto sino que abandonó esta costumbre y hasta el día de su muerte, comió de pie. Fijáos en la foto, como compartían los divanes o lectus en el triclinium.


En muchas domus había baños, pero no estaba mal visto que no los hubiera, ya que las visitas a las termas públicas para ricos, era un elemento más de relación social. Lo que sí había siempre era letrinas o aseos.

Las paredes se pintaban al fresco o eran recubiertas con exóticos tapices orientales. El suelo, con mosaicos o baldosines lacados. La decoración más habitual eran bustos y estatuas “a la griega” y los de familia consular, tenían las máscaras de los antepasados más prestigiosos.

Las casas estaban mucho más vacías que las nuestras. El mobiliario era escaso y funcional; se limitaba a los objetos más indispensables: arcas, armarios, camas (lectus) que servían a los romanos no sólo para dormir, sino también para comer recostados. Las mesas y asientos podían ser de diferente forma y material. Se servían de antorchas, velas y lámparas de aceite para la iluminación interior; para alumbrar la parte exterior de las viviendas se utilizaban antorchas con velas de sebo.

En las fotos,

ejemplo de cubiculum o dormitorio. Fijáos en el brasero y la

altura de la cama, como cosas curiosas.


Los exteriores de las casas eran muy austeros, para promocionar hipócritamente dicha virtud romana. Pero las Domus Patricias en su interior albergaban lujos como:

-Bronces corintios.

-Esculturas de autores como Mirón, Polícleto, Fidias, Lisipo.

-Orfebrería de Mentor.

-Tapices de Babilonia y Corinto.

Muchos de estos lujos provenían de subastas de expolios tras la conquista de algún territorio enemigo, aunque otras eran encargadas y compradas en alguno de los mercados o tiendas de artesanos locales. Se llevaba mucho el realizar copias de las estatuas griegas.

En las casas más lujosas, como la de Ático, podía haber una biblioteca, orientada hacia el Este para aprovechar la luz y el calor del sol.

No olvidemos la capillita (lararium) en la que se guardaban las imágenes de cera de los antepasados (manes) y dioses lares, ante la que se hacían ofrendas y libaciones en cada comida y ardía siempre el fuego sagrado del hogar. Allí se realizaba la adoración de los llamados dii familiaris o dioses de la familia. Entre estos se encuentran:

-Los lares loci (Agatho-daemones): Dioses del hogar, cuya función primordial era velar por el territorio en que se encontraba la casa familiar.

-Los di manes: (di=dioses) Antepasados venerables a los que se adoraba como dioses. Festividad en febrero, la parentalia y feralia. La palabra también se utilizaba como una metáfora para referirse al averno. Muy usado en las lápidas de forma abreviada: D.M.

-Los di Penates: Otro tipo de dioses del hogar y de las despensas (penus) de la casa. También llamados genii, espíritus protectores menores. Cada humano obtenía (sortitur) un genio en su nacimiento y por ello, se asimiló posteriormente al ángel de la guarda cristiano. En la foto, altar recreado.



Comodidades:

Hemos hablado de las conducciones de agua, comentaré ahora otros detalles. Había pocos muebles en las casas, incluso en las de los más ricos. La luz escaseaba y en cuanto a la calefacción:

En las casas de postín había calefacción fija: Como dijo Séneca: “Unos tubos incrustados en las paredes por los cuales se comunicaba el calor, de forma que lo calentaba todo por igual desde arriba abajo”.Pero lo más habitual eran los hornos portátiles: Eran grandes recipientes, en forma de cubos, donde se quemaba leña, que se suministraba por una abertura inferior. El humo escapaba entre los redondeles superiores. La primera quema solía hacerse en el atrio, o en el peristilo, y cuando ya había emitido casi todo el humo, se introducía en la habitación. Se empleaba sobre todo para calentar el triclinio. El fuego se animaba con fuelles muy semejantes a los conocidos por nosotros.

Los braseros, en cambio, eran utensilios de bronce o hierro, rectangulares o redondos. En ellos se echaban los carbones ya encendidos. Solían estar provistos de cuatro patas, imitando los animales. De ordinario la parte exterior del brasero estaba artísticamente trabajada.

Con este género de calefacción se enrarecía el ambiente con diversos humores, que se traducían en dolores de cabeza y atufamientos, por lo cual no debía de usarse más que muy bien encendido, y sólo cuando había absoluta necesidad.

2.-Las insulae:

En su origen la ínsula era una vivienda completamente aislada y rodeada por todas partes de un jardín o una calle, es decir, lo que hoy llamamos una manzana o finca.

Surgieron por la superpoblación, la falta de espacio y las duras condiciones económicas de la vida en Roma. Tenían hasta cinco o seis pisos y, a diferencia de las domus, tenían abundantes balcones y ventanas al exterior, para aprovechar más el espacio interior. Las dependencias no tenían características especiales en cuanto a disposición y estructura y se utilizaban según las necesidades familiares. Eran en general estrechas, poco confortables, carentes de agua corriente y retrete, con poca luz y hechas con materiales de mala calidad, por lo que los incendios y los hundimientos eran muy frecuentes. Las más grandes, como la de los Julio, tenían un patio interior de luces y una o varias escaleras, para uso común de los vecinos.

La ínsula solía alquilarse a personas pertenecientes a las clases populares. Pero entre los pobres y los ricos había una especie de clase media, que, teniendo como deshonra vivir en casa alquilada, se juntaban para comprar la ínsula y distribuirla luego en propiedades privadas. A esto se unía la especulación de quienes las realquilaban por pisos, por apartamentos (cenacula), por habitaciones e incluso partes de una habitación. Los realquilados no son un invento moderno, como vemos.

Los peores estaban en el barrio de la Subura, que poseían ciertos patricios con grandes fortunas (una finca decente, podía llegar a costar 4 millones de sestercios) y se alquilaban a los habitantes menos afortunados de la gran Roma.

Más adelante, dejaron de estar rodeados de calles y estaban tan cerca unas de otras, que los vecinos podían tocarse con las manos, si las sacaban por la ventana.



3.-Los tuguria:

Una palabra que ha pasado de forma casi invariable al castellano actual, pero que tuvo diferentes connotaciones según pasaban los años.

La vivienda primitiva en Italia debió ser una sencilla cabaña redonda, habitadas por labradores y pastores, llamadas casae y tuguria, término relacionado con el verbo “tego”, cubrir.

La construcción del tugurio era de materiales ordinarios con techumbre de paja. Presentaban una abertura rectangular en el techo que dejaba salir el humo y entrar la luz y el agua. Éste es el principio de la abertura en el centro de la casa romana, llamada compluvium en su parte superior, impluvium en el pavimento y atrium en el conjunto. El atrio (de “ater”, negro, por el humo del hogar), es un pequeño patio central rodeado por un pórtico, en torno al cual se disponen las habitaciones.

Con el tiempo, los tuguria fueron la denominación de las casas más inmundas de Roma, más chabolas que otra cosa. Y así se ha mantenido el sentido de la palabra hasta nuestros días.

4.-Tabernas:

Las tabernas o tabernae, a diferencia de su significado actual, eran simplemente tiendas. Se ubicaban en los bajos de las insulae o en los laterales de las Domus.

5.-Las cofradías de los cruces:

En la visión cosmogónica de los romanos, los dioses estaban “arriba” y desde el cielo observaban a los romanos, pudiendo dañarles si veían algo que no era de su agrado o si se rompía la Pax Deorum. Por ello, veían las encrucijadas de las calles como un lugar vulnerable a estos posibles ataques divinos, ya que eran puntos que imaginaban visibles desde la perspectiva aérea de los dioses.

Por ello instalaron capillas en cada cruce de caminos, en honor de unos genios protectores: Los Lares Compitales o dioses de las encrucijadas. Una cofradía de gentes del barrio las custodiaba, pero poco a poco se convirtieron en verdaderas organizaciones “mafiosas” que ofrecían “protección” a los conciudadanos del barrio. Recibían suculentos pagos para que nada violento ocurriera. Se organizaron en bandas y tenían sus límites de jurisdicción, en donde eran los amos y señores. Se reunían en locales sitos en los cruces que controlaban y allí maquinaban sus fechorías.

6.-La villa:

En sus posesiones en el campo (de 25 a 60 hectáreas) los romanos solían tener la villa rustica, destinada a ganado y a las tareas agrícolas.

Posteriormente, se construyó la villa urbana en lugares pintorescos y aireados, convirtiéndose en una finca de lujo destinada al recreo y al placer del dueño y su familia, para descansar de los ajetreos de la vida política y social de la urbe, dejando la villa rústica al cuidado del villicus. Lugares de recreo famosos en tiempos de la república fueron Cumas (Nápoles) y Baiae. También había una pequeña zona a orillas del Tíber, a las afueras de Roma, hacia el puerto de Ostia.





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