Tras los juegos y la comida del sábado, os vestiréis adecuadamente (durante los juegos recomiendo llevar túnicas, más cómodo que las togas) y cuando os veáis todos, votaréis para elegir a vuestro rey y reina de los Saturnales. Se valorarán aspectos como el esfuerzo durante los juegos, lo bien que se hayan realizado, los disfraces y la forma de llevarlos, etc. Ya os comentaremos más adelante la forma exacta de votar, pero no podréis votar por vosotros mismos, of course, aunque nada impide que pactéis con vuestro grupillo para que resulte elegido uno de vuestros aliados. No sólo tendrán alguna concesión en cuanto a influencia, sino que serán encargados de algunas cosillas más.
La elección del rey de las Saturnales era uno de los aspectos culminantes de la celebración. Juez destinado a imponer castigos en el entorno del juego, su figura contribuiría tras el banquete, y en medio de una ebriedad generalizada, a pluralizar el alborozo entre todos los miembros de la domus, tanto libres como esclavos. El hecho de que el rey de las Saturnales fuese muchas veces un esclavo, no constituía una graciosa concesión al estamento servil, sino un apartado del juego. Por otra parte, la alusión del texto al breve espacio de tiempo en el que podía reinar Saturno, incidía de nuevo en la cuestión del retorno a la normalidad tras el rito de inversión, convirtiendo la celebración en un paréntesis en el ordenamiento romano.
Era costumbre hacerse presentes en esta época, hecho que más tarde tomarían para sí los cristianos en Navidad. Os copio un texto de Suetonio sobre Octavio, ya convertido en Augusto, en donde se habla de esta festividad.
“Así, en las Saturnales y en otras épocas, a elección suya, enviaba a sus amigos regalos, consistentes en vestidos, oro, plata, monedas procedentes de todas partes, antiguas piezas del tiempo de los reyes o de fabricación extranjera, telas groseras, esponjas, pinzas, tijeras y otros objetos del mismo género, con inscripciones obscuras y de doble sentido. En sus comidas hacía sortear lotes de valor muy desigual, o bien ponía en venta cuadros vueltos al revés, dependiendo del azar que se realizaran o frustraran las esperanzas del comprador. Para cada cuadro existía una licitación, y los convidados se comunicaban unos a otros su buena o mala fortuna.”
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