Hoy comentaré de forma muy resumida estas instituciones político religiosas de los romanos de la república, pues pueden tener relevancia en el vivo, ya sea por intervención directa o indirecta.
El censor romano era el máximo cargo al que se podía optar en política tras haber sido cónsul. Sus tareas principales eran realizar el censo de población, a la que agrupaban por riqueza (siempre sin contar con las mujeres, excepto aquellas con derechos sobre herencias) y velar por la moralidad de la población, de donde viene el actual término de “censura”. Eran dos censores elegidos cada 5 años, pero que sólo actuaban durante 18 meses.
Dentro de sus responsabilidades estaban el guardar los listados de votantes, asignar a los nuevos votantes en diferentes tribus, asegurarse que las tribus patricias tuvieran la mayoría en las votaciones. Además, deciden quién era ciudadano o no: El privilegio de la ciudadanía tenía privilegios y si ponían una marca negra junto al nombre de alguno por conducta inmoral, era peligroso, puesto que se le puede expulsar del Senado, impedía el derecho al voto, cancela contratos y acuerdos estatales, revoca licencias para abrir negocios, etc. Esa odiada marca, podía arruinar la vida política, económica, social y militar de cualquiera en Roma. Pero aún había más. Si el personaje en cuestión era especialmente odiado por el censor, se podía convocar a cualquiera ante un comité especial del Senado, que investigaba su moralidad. Las investigaciones se eternizaban paralizando totalmente la vida del acusado. Acusaciones típicas eran el soborno, conspiración, traición, corrupción, falsificación de documentos, malversación de cargos, etc.
Por ello, los romanos elegían a políticos muy íntegros para el cargo, puesto que podían destruir el futuro de cualquiera.
Los augures eran parte de un colegio sacerdotal, pero con grandes implicaciones políticas, pues estudiaban los libros de la disciplina etrusca para poder interpretar para los magistrados los “prodigia” o sucesos antinatura, que eran el mensaje de los dioses descontentos. Estos mensajes eran transmitidos al Senado y sus magistrados, que debían de seguir sus consejos, para evitar romper el pacto divino o Pax Deorum y así, tenían en sus manos innumerables situaciones del mundo político, militar y social, puesto que si los augurios eran nefastos, se podían suspender o emprender acciones tan relevantes como juicios, votaciones, selecciones y guerras.
Al vivo acudirá uno de los augures más reputados de Roma, Marco Valerio Mesala Rufo.
El tribuno de la plebe era un cargo que surgió tras las revueltas sociales de los plebeyos y fue ganando atribuciones con el tiempo. Llamados Tribuni Plebis y que no hay que confundir con los tribunos militares ya existentes, con funciones en el ejército. El tribunado era sacrosanto (sacrosanctitas), lo cual significa que quien la ocupase estaría protegido de cualquier daño físico, y que tendría el derecho de auxiliar a los plebeyos y rescatarlos del ejercicio del poder de un magistrado patricio (ius auxiliandi). Además, los tribunos adquirirían un poder mucho mayor a través de la concesión del ius intercessionis, que les daba el poder de veto sobre cualquier ley o propuesta de cualquier magistrado, incluyendo otros Tribunos de la Plebe (había 10).
El tribuno tenía poder para ejercitar la pena capital sobre cualquier persona que interfiriese en el ejercicio de sus actividades. El carácter sacrosanto del tribuno se reforzaba mediante un juramento solemne de todos los plebeyos de matar a cualquier persona que dañase a un tribuno durante sus actividades. El tribuno también podía convocar al Senado y presentar propuestas en esa institución. Podían demandar a través de los alguaciles (Viatores) a cualquier ciudadano romano, incluyendo a los cónsules y altos magistrados, hasta entonces exentos de responsabilidad en el ejercicio de su cargo.
El poder del tribuno sólo tenía efecto dentro de los límites de Roma. Su capacidad de veto no afectaba a las provincias ni a los gobernadores de las mismas y su carácter sacrosanto desaparecía a partir de una milla de distancia de las murallas de Roma.
Hay un tribuno de la plebe en el vivo, que es Marco Antonio.
Las Vestales (un ejemplo en la imagen a vuestra derecha) eran el único colegio religioso público romano femenino e intervenían en muchos eventos ciudadanos. Debían de velar por el fuego del hogar de Roma y si se apagaba, era un prodigia que anunciaba malos tiempos en la ciudad. Tenían grandes honores, como el ir acompañadas de lictores por la ciudad, los Senadores les debían de ceder el paso y saludarlas adecuadamente y una de las gracias que podían conceder era el indultar a un reo de muerte, si se tropezaban casualmente con él. Pero a cambio, debían de permanecer vírgenes treinta años, no podían ser testigos en juicios y pasaban diez años de durísima formación. En el Atrium Vestae, custodiaban los testamentos de los ciudadanos romanos y los símbolos de la ciudad.
Aunque, en principio, alguno de estos cargos no acude al vivo, os recomiendo que conozcáis sus poderes puesto que podrían ser necesarios durante el desarrollo del mismo o incluso, en implicaciones posteriores.
P.
No hay comentarios:
Publicar un comentario