25/4/11

OVACIÓN contra TRIUNFO


Los romanos contemplaban el triunfo como algo muy importante y con muchos requisitos, estipulados legalmente. Pero a veces, un general conseguía una gran victoria que por la razón que fuera, no encajaba en estas estrictas normas y sólo era homenajeado con una ovatio u ovación.

Las ovaciones se otorgaban cuando no se había declarado una guerra entre estados enemigos, cuando un enemigo era considerado inferior (rebeliones de esclavos o piratas, por ejemplo) y cuando el conflicto en general, se resolvía con poco o ningún derramamiento de sangre o sin peligro para el propio ejército.

La ovación consistía en una fiesta menor. El ovacionado no entraba a la Ciudad en carro, sino a pie. En vez de trompetas, se tocaban flautas y no podía lucir los laureles, sino una humilde corona de mirra o mirto. Y no tenía derecho a lucir la toga picta (en púrpura con estrellas doradas), sino una simple toga praexeta, como si de un Senador corriente se tratase. Además, no era precedido por los Senadores ni se dejaba que los soldados acompañasen al General.

En las ovaciones tampoco estaba permitido el grito de los triunfos: “Ave, Imperator”.

El ejemplo cercano más importante, fue el año en que Craso venció a Espartaco y Pompeyo aplastó la revuelta de esclavos en el Norte (71 A. C. o 683 AVC). A Craso no se le concedió el triunfo pues no conquistó nuevos territorios, sino que retomó ciudades que ya eran de Roma. Por supuesto que la mayor influencia político militar de Pompeyo, al que sí se le concedió el triunfo, tuvo algo (o mucho) que ver. Craso, a pesar de la poca dignidad de celebrar una ovación, mientras a Pompeyo le daban el triunfo el mismo día, aceptó celebrarla.

En el vivo hay dos personajes que optan a un triunfo: César, por sus conquistas en las Galias y Cicerón, por su campaña contra los Partos en Cilicia. El Senado no concedería dos triunfos en ningún caso. Haced cálculos y planificad vuestras estrategias.

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